La moto perfecta

Fue hace mucho tiempo. Un día inolvidable. Por fin mi propia moto estaba aparcada en el garaje, junto a la del Capi. Lo malo es que pasaron más de seis meses hasta que me dejaron usarla con normalidad. Era una Gilera de 50 cc. Blanca y muy, muy vieja. Los fines de semana siempre salía con ella para dar una vuelta por el campo. Eso era los sábados por las mañanas. Por la tarde siempre había que apretar tornillos y sustituir alguna pieza que se había roto, pero como los talleres y las tiendas no abren los sábados por la tarde… El sábado siguiente había que montar las piezas conseguidas durante la semana. Entonces la salida se dejaba para el domingo por la mañana y el domingo por la tarde otra vez a arreglar media moto. Eso sí, solo me dejó tirado en contadas ocasiones. Los colegas se reían de ella y de cómo me quedaba el casco. Yo me reía de ellos porque no tenían moto. La verdad es que el casco me quedaba de pena y la moto era bastante fea, pero en el fondo debía de ser pura envidia. En aquellos tiempos no sabía arreglar ni una bici, así que todo ese trabajo semanal de «mantenimiento» era por cortesía del Capi. (Aprovecho para darle las gracias). Pues con ese cacharro, no solo aprendí a llevar una moto, a esquivar a la guardia civil, a correr mil aventuras, a saltar con el Muerto (Barrabás), a escapar de la caja tonta, a escapar de los deberes, en fin, a no ser un autómata y tener algo más en el coco que ver a los Serrano o Gran Hermano, sino que me dí cuenta de que otros moteros pensaban como yo. Guay, no era el único. Había otra vida más allá de la rutina. Creo que es básicamente la filosofía del motero, el buscar aventuras y escapar de lo cotidiano, conociendo gentes y lugares nuevos en cada viaje. Pero para ser motero lo más importante es tener moto y eso se lo tengo que agradecer a aquella Gilera de 50 cc. Para mí, la moto perfecta. Sin ninguna duda, ninguna moto me hará sentir igual. Hay otro tipo de personas que se creen moteros, pero sólo compran motos espectaculares para dar la nota y llamar la atención. Se distinguen fácilmente porque la mayoría viven con papá. Son los que no se ponen el casco para no despeinarse o para que se les vea el careto, porque se creen muy guapos. A ese tipo de gilipollas, les juro que no les cambiaba aquella Gilera de 50 cc. por ninguna de sus flamantes RR. Ahora tengo una XS-400 que sí estoy dispuesto a cambiar por una R o dos. Tiene que haber de todo en este mundo, pero doy las gracias de nuevo al Capi por llevarme por el buen camino. Las personas se deben de medir por lo que son, igual que a los moteros no se les debe juzgar por la moto que llevan, sino por cómo la llevan. Rossi ha demostrado éste último punto recientemente. Aprovecho para incitar al que lea ésto, que no seáis perros y que mandéis vuestra historias al Capi. Hostias.

  Pollo